Solo la pintura pudo frustrar la ambición y los sueños de un famoso pirata y preservar este tesoro histórico para que las futuras generaciones lo pudieran apreciar.
La Iglesia de San José, localizada en el barrio de San Felipe, entre la Avenida A y la calle 8ª, en el Casco Viejo de la Ciudad de Panamá tiene algo que la hace especial: en ella se encuentra uno de los más grandes tesoros de Panamá: el Altar de Oro.
Se dice que es de oro sólido, pero en realidad este altar de estilo barroco con influencias indígenas y coloniales, construido en 1612, esta tallado en madera de caoba y recubierto con láminas de oro. Que esto no le quite los deseos de visitar y admirar la belleza de este majestuoso altar y agréguelo a su itinerario cuando visite la ciudad de Panamá y su Casco Viejo.
La iglesia original del mismo nombre y perteneciente a los religiosos Agustinos, fue edificada en la antigua Ciudad de Panamá, ahora llamada Panamá La Vieja, poco después que los españoles establecieran su primer poblado en las costas del Pacifico en 1519.
Luego fue abandonada y trasladada junto con su más famosa posesión: su altar de oro, a su actual localización, en el Casco Viejo de la Ciudad de Panamá.
La causa del abandono de la antigua ciudad de su emplazamiento original fue que su posición era indefendible, como se demostró en 1671 cuando el pirata inglés Henry Morgan asalto y destruyo esta pequeña pero importante ciudad, motivado por todo el oro y las riquezas del Perú y otras colonias en Sur América que eran enviadas a la Ciudad de Panamá para de allí ser transportadas hasta la ciudad de Portobelo en el Caribe y luego ser enviadas a España.
Cuando Morgan ataco y saqueo la Ciudad de Panamá una de las cosas que más deseaba era este altar de oro.
La leyenda cuenta que cuando se tuvo noticias de que Morgan y sus hombres se aproximaban a la ciudad, los habitantes de la ciudad empezaron a esconder todo lo que había de valor en la ciudad, los sacerdotes también hicieron lo mismo, pero al ver el altar, se les presento un problema: por su gran tamaño no era fácil de esconder u ocultar, hasta que un sacerdote utilizó una estrategia desesperada para proteger el altar: lo pintó completamente de negro y cuando Morgan entro a la iglesia lo convenció de que el altar que tenía enfrente era de madera y no de oro. Argucia esta, que permitió preservarlo del saqueo para que las futuras generaciones lo pudieran disfrutar y admirar.
Morgan por supuesto, exigió que se le explicaran que había pasado con el otro altar, el de oro, y un sacerdote le dijo que otro pirata se le había adelantado llevándose el tesoro, y además se las ingenio para que el pirata donara dinero para la construcción de un nuevo altar, Morgan le dio un puñado de monedas y le dijo “No sé porque pienso que tú eres más pirata que yo.”
Cuando visite Panamá, no olvide visitar El Altar de Oro.
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